INTRODUCCIÓN
El Pensamiento
político latinoamericano es el conocimiento que expresa la idea de comunidad
cristiana que España trató de imponer a la fuerza, negándose a la conciliación
de los hombres latinoamericanos. Es considerado el mejor instrumento para
formar un nuevo latinoamericano, una vez erradicadas todas las supersticiones
heredadas de la Colonia. Es en sí, la base de la regeneración y revolucionar de
las mentes por medio de la educación realizando una verdadera independencia y
construyendo una nueva relación entre la patria – nación, que supere las
limitaciones que impiden el desarrollo pleno de las potencialidades de la
sociedad latinoamericana. Actualmente, son propuestas teóricas, inconclusas en
cuanto a sus resultados, que han superado un concepto de frontera excluyente.
El Básico
Curricular de Pensamiento Político Latinoamericano y Caribeño tiene como
objetivo fundamental, valorar los hitos esenciales del ideario político Latinoamericano
y Caribeño, desde las civilizaciones aborígenes hasta la contemporaneidad, con
el fin de reconocernos, reconstruir e internalizar los procesos políticos
pasados y presentes que han signado el fraguado histórico y social de nuestros
pueblos de América Latina y el Caribe, así como su tendencia futura.
Consideramos relevante formar al (a la)
nuevo (a) docente y ciudadano, dentro de una cultura política que le permita
reconocerse como latinoamericano y afirmarse en su ser mediante el estudio, la
comprensión y valoración de la diversidad cultural latinoamericana y caribeña.
Este básico curricular se justifica en el sentido de que para acometerla labor
de valorar el Pensamiento Político Latinoamericano y Caribeño, pensamos que es
de capital importancia que los (las) estudiantes del PNFE, aprecien a través de
las distintas etapas de la historia latinoamericana, la originalidad de su
pensamiento político en contraste con las diferentes corrientes ideológicas
proveniente de los centros de poder mundial .También es significativo para la
formación del (de la) docente que queremos, ya que este profesional tendrá la
responsabilidad de formara las futuras generaciones dentro de una concepción
democrática, multicultural, participativa y protagónica.
El Período Republicano
del siglo XIX y XX
Las
guerras de independencia política de comienzos del siglo XIX acabaron con el
proyecto de reformas y modernización emprendido por los Borbones en la América
española. En Santa Marta, el fin del régimen español debió significar el
comienzo de un corto período de distensión en la presión colonial sobre los
pueblos indígenas del macizo serrano y de las tierras planas que lo rodean.
Como en todas las áreas indígenas en que el antiguo Estado colonial no logró
consolidarse, y por ello quedaron en los límites de la frontera de expansión
colonial, la Sierra Nevada recuperó su condición de marginalidad, su carácter
periférico con relación a los principales centros criollos de la gobernación
—Santa Marta, Valledupar y Riohacha. Por la fuerza de las circunstancias que
conllevaron los cambios políticos de comienzos del siglo, todo el sistema
impuesto de gobierno y control de los aborígenes serranos y de las tierras
bajas de su periferia dejó de operar. A este efecto contribuyeron, desde luego,
la inestabilidad de la naciente república y el ciclo inexorable de las guerras
civiles que asolaron todo el siglo XIX republicano.
La Sierra
Nevada y su hinterland se aislaron entonces de nuevo, en la medida en que el
macizo sale del escenario particular de la conformación y presencia de un
dominio estatal sobre sus habitantes nativos. Estos últimos procesaron, por la
fuerza, los cambios impuestos durante el antiguo régimen, tanto como
reafirmaron los vínculos nunca perdidos con su cultura ancestral. La ausencia
del Estado republicano en la Sierra Nevada durante los primeros años de la
República, permitió así la inauguración de un período breve de énfasis en la
cultura tradicional aborigen —tradición que por cierto exhibe las transformaciones
que la sociedad indígena serrana experimentó durante la Colonia. En suma, se
trata de un reflujo en la penetración de la sociedad nacional republicana en
estas "fragosísimas sierras nevadas" y en las selvas y pantanos de la
inhóspita tierra de los chimilas.
Este
retroceso de la organización estatal en la Sierra Nevada no fue, por supuesto,
total. Si consideramos la continua presencia de los pueblos indígenas antes
fundados en los datos censales de la nueva república, podemos poner en una
mejor perspectiva la situación. En efecto, los poblados de San Pedro, San
Antonio y San Miguel en la vertiente norte, de Marocaso y Rosario (La Sierrita)
en el costado nororiental, y de Atánquez y San Sebastián en la vertiente
oriental de la Sierra Nevada, aparecen registrados en los censos de 1835, 1843
y 1851 de la Nueva Granada, y en el censo de 1870 del Estado Soberano del
Magdalena. Pero hay obvias diferencias con los viejos padrones de los
corregidores y los curas doctrineros. En estos últimos no se especifica que los
indígenas fueran tributarios del erario, como que ya no lo eran. Tampoco se
hace la "debida distinción de sus castas", esto es, no se anota si
sus habitantes eran indios o no lo eran, en consonancia con los nuevos tiempos.
Por otra
parte, todos y cada uno de estos pueblos de indígenas serranos dependían de
algún cantón o provincia, distrito o departamento, las divisiones
político-administrativas en las que se organizó la República de la Nueva
Granada y luego los Estados Unidos de Colombia. Sin excepción, las cabeceras de
estas divisiones administrativas correspondieron a poblaciones o ciudades
criollas y mestizas de las partes planas periféricas a la Sierra Nevada
—Riohacha, San Juan del Cesar y Valledupar. En otras palabras, este hecho, que
surge de las frías columnas de los documentos censales, nos da pistas para
entender el problema de las diversas áreas de influencia de unos centros
urbanos de las zonas bajas en porciones distintas de la Sierra Nevada. Asimismo
nos indica cómo se organizaron en el siglo XIX las relaciones en el sentido de
abajo hacia arriba, de las costas y llanuras del Caribe hacia las montañas del
macizo serrano.
De esta
forma, el área de influencia de Riohacha pertenecía al territorio kogui de San
Pedro, San Antonio y San Miguel. La zona wiwa o arsaria de Marocaso y Rosario,
cayó dentro de la esfera de interacción de San Juan de Cesar. Y San Sebastián
de los ikas y Atánquez de los hoy desaparecidos kankuamos, quedaron bajo el
influjo de Valledupar.
En cada
una de estas tres grandes regiones se darían procesos posteriores de
colonización hacia la Sierra con características diferentes y con ritmos
también diferentes, a partir de comienzos del presente siglo. Además, cada una
de estas tres áreas indígenas respondió ante dichos procesos de una forma
peculiar y distinta. Vale añadir que Santa Marta no aparece en este respecto
por ningún lado, a pesar de ser la capital de todo el Estado del Magdalena. De
hecho, durante el siglo XIX Santa Marta no fue "puerta de entrada" a
la Sierra Nevada ni de los colonos, ni de los exploradores y primeros
antropólogos que empezaron a rondarla y a redescubrirla para la ciencia, o para
la más prosaica explotación económica. Miremos ahora estos últimos fenómenos.
Desde la década de 1850, el relativo encerramiento de la Sierra Nevada entre su
"muralla verde" que se dio después de la Independencia, vuelve a
aflojarse. La frontera torna a ser transpasada por el regreso paulatino de una
marea humana que a partir de las llanuras y las costas, se remontó hacia las
alturas del macizo. Primero subieron viajeros y exploradores que lo recorrieron
palmo a palmo. Todos ellos se ocuparon en describir la intrincada geografía del
macizo, y las exóticas costumbres de sus nativos. Todos quedaron extasiados por
su belleza y majestuosidad incomparables, y elucubraron sobre sus riquezas sin
límites y sus grandes posibilidades. Para algunos, como para el padre Rafael
Celedón, lo que contaba era el potencial de conversos al catolicismo, una vez
que se volviesen a establecer las misiones. Otros, como Eliseo Reclús, querían
establecer colonias anarquistas en esta nueva Arcadia del Nuevo Mundo. Los
demás, como el coronel Joaquín Acosta y el conde francés Joseph De Brettes,
sólo pensaban en las posibilidades económicas que traería la explotación de las
materias primas y los recursos naturales, ante todo si se organizaba una
conveniente colonización. Y ojalá que ésta fuera hecha con colonos europeos,
para que ayudasen en la "civilización" de la agreste tierra y sus
salvajes habitantes.
Este
tema del establecimiento de colonias agrícolas extranjeras en la Sierra Nevada
es muy recurrente durante el período 1850-1890. Al igual que lo fue en otras
partes del país. Los liberales radicales en el poder soñaban con introducir en
Colombia las virtudes del espíritu empresarial de los granjeros ingleses, y de
los pioneros que se extendían por las praderas de la unión norteamericana
(Jaramillo 1964). Qué mejor entonces que fomentar la inmigración de hábiles
colonos europeos, para que enseñasen a los locales a cultivar los fértiles
suelos de la patria. La reacción de los legisladores del Estado Soberano del
Magdalena no se hizo esperar. En 1868, su Cámara Legislativa aprobó una ley
mediante la cual se reglamentaba el establecimiento de colonias extranjeras en
el territorio del Estado (Gaceta Oficial del Estado Soberano del Magdalena, No.
81, 1868). En 1871 se establece en Santa Marta una Sociedad de Inmigración y
Fomento. Supropósito no era otro que servir de intermediaria en la inmigración
de agricultores y trabajadores europeos deseosos de establecerse en el Estado,
o en otras partes del país (Gaceta Oficial del Estado Soberano del Magdalena,
No. 198, abril de 1871). Por 1884, el geógrafo y anarquista Reclús fue
contactado por los miembros de una Société Anonyme de Colonisation de la Sierra
Nevada que con iguales objetivos se organizaba en Francia (Fleming 1988:47). No
sabemos mucho, sin embargo, de los resultados de éstas y otras empresas de
colonización extranjera en la Sierra Nevada durante este período.
Con todo, en 1871 la Cámara Legislativa del Estado del Magdalena cedió por ley el territorio de la Sierra Nevada y la Serranía del Perijá al Gobierno de la Unión. Para tales áreas, que entonces se denominaron como los Territorios Nacionales de la Nevada y Motilones, debía organizarse un sistema de gobierno controlado directamente desde Bogotá por 20 años. En su artículo 2o., la ley establece que los límites "del territorio de la Nevada serán los que tenían los antiguos distritos de San Antonio, San Miguel, Marocaso, Rosario, Atánquez y San Sebastián de Rábago", mientras que los del territorio de Motilones "serán los que dividen a los Estados Unidos de Colombia con los Estados Unidos de Venezuela, por el oriente, y por el occidente quedará limitando dicho territorio con los antiguos distritos de Jobo, Palmira, Espíritu Santo y Becerril". Ahora bien, el Estado del Magdalena renunció a su dominio sobre estos dos macizos montañosos por dos razones principales. Primero, los esfuerzos locales para fomentar su colonización y la "civilización" de sus naturales estaban fracasando. Segundo, el Estado no tenía los recursos necesarios para seguir adelante con estos planes. En consecuencia, los legisladores estatales concluyeron que el gobierno central estaba en una mejor posición para atraer a los colonos extranjeros a estas montañas (Gaceta Oficial del Estado Soberano del Magdalena, 1871:1.055).
Con todo, en 1871 la Cámara Legislativa del Estado del Magdalena cedió por ley el territorio de la Sierra Nevada y la Serranía del Perijá al Gobierno de la Unión. Para tales áreas, que entonces se denominaron como los Territorios Nacionales de la Nevada y Motilones, debía organizarse un sistema de gobierno controlado directamente desde Bogotá por 20 años. En su artículo 2o., la ley establece que los límites "del territorio de la Nevada serán los que tenían los antiguos distritos de San Antonio, San Miguel, Marocaso, Rosario, Atánquez y San Sebastián de Rábago", mientras que los del territorio de Motilones "serán los que dividen a los Estados Unidos de Colombia con los Estados Unidos de Venezuela, por el oriente, y por el occidente quedará limitando dicho territorio con los antiguos distritos de Jobo, Palmira, Espíritu Santo y Becerril". Ahora bien, el Estado del Magdalena renunció a su dominio sobre estos dos macizos montañosos por dos razones principales. Primero, los esfuerzos locales para fomentar su colonización y la "civilización" de sus naturales estaban fracasando. Segundo, el Estado no tenía los recursos necesarios para seguir adelante con estos planes. En consecuencia, los legisladores estatales concluyeron que el gobierno central estaba en una mejor posición para atraer a los colonos extranjeros a estas montañas (Gaceta Oficial del Estado Soberano del Magdalena, 1871:1.055).
En 1878
el explorador inglés Frederick A. A. Simons reporta que el territorio de la
Nevada estaba dividido en seis corregimientos, cada uno con su corregidor y una
escuela pública. Las cabeceras de los corregimientos estaban localizadas,
precisamente, en las poblaciones de arhuacos organizadas durante la Colonia.
Atánquez, la capital del territorio, tenía una población de cerca de 800
personas, la mayoría de ellas indígenas kankuamos; San Sebastián tenía 700
habitantes, y según Simons, "algún día se convertirá en un lugar muy
importante gracias a la inmigración ya que está bien adaptada para los europeos";
Rosario era una pequeña población de 100 personas, mientras que la vecina
Marocaso tenía 150. Por el lado norte, el pueblo kogui de San Miguel tenía 400
indígenas y San Antonio, también kogui, era habitado por 300 personas la
mayoría de ellas indígenas. Además de éstos, nuevos pueblos estaban en proceso
decreación para organizar el poblamiento de los aborígenes: San José, cerca a
Atánquez, fue creado en 1874; Santa Cruz, cerca a San Miguel, en 1875, y
finalmente, Santa Rosa, también en las márgenes del río San Miguel, en 1875
(Simons 1879: 692-693; Reichel-Dolmatoff 1961:17).
El
naturalista alemán Wilhelm Sievers, quien siguió los pasos del inglés Simons en
1886, nos informa que todos estos buenos propósitos no contaron con buenos
resultados. Los funcionarios enviados para la administración de los indígenas
nunca iban personalmente a los pueblos a ellos asignados, sino que delegaban su
autoridad en representantes. Más aún, según el viajero, su "interés es
sólo en la explotación más no en la educación de los indígenas para la
civilización". Por ello, "la región indígena está declinando más y
más, y la desaparición de los arhuacos entre el conjunto de colombianos es sólo
cuestión de tiempo" (Sievers [1886]1986:18).
A finales del siglo XIX, la Sierra Nevada se convierte de nuevo en un territorio para los misioneros católicos. Ya no son los colonos extranjeros, ni los venales y corruptos funcionarios públicos encargados de la administración de los corregimientos arhuacos de la Nevada, quienes se van a encargar de la "civilización" de los indios.
A finales del siglo XIX, la Sierra Nevada se convierte de nuevo en un territorio para los misioneros católicos. Ya no son los colonos extranjeros, ni los venales y corruptos funcionarios públicos encargados de la administración de los corregimientos arhuacos de la Nevada, quienes se van a encargar de la "civilización" de los indios.
En efecto, el nuevo régimen político
centralista y unitario creado después de la derrota en los campos de batalla
del proyecto federalista de los radicales, entregó a las comunidades religiosas
misioneras el control político y espiritual de los territorios nacionales
poblados por indios "salvajes". El macizo serrano era para los
legisladores de la Regeneración uno de estos territorios y los misioneros
capuchinos regresaron al ahora departamento del Magdalena para retomar las
riendas de la conversión cristiana y de la "civilización" de los
guajiros, arhuacos y motilones. En este sentido, por delegación misma del
Estado, los misioneros se encargaron de toda la administración espiritual y
temporal de los arhuacos, ahora puestos "bajo su cuidado". Donde
fracasaron los pioneros traídos de otras latitudes, iban a triunfar de manera
parcial los monjes, y los campesinos mestizos del trópico que se lanzaron en
pos del sueño de la colonización de las montañas serranas después de la Guerra
de los Mil Días.
El primer
grupo de monjes capuchinos de la provincia de Valencia, en España, llegó en
enero de 1888, y de inmediato el obispo de Santa Marta, José Romero, les
entregó jurisdicción eclesiástica en todo el territorio de la península Guajira
y las sierras de la Nevada y Perijá las mismas regiones que habían controlado
durante el siglo XVIII (Valencia 1924:5-29). Circunstancias de diverso tipo,
entre ellas la Guerra de los Mil Días, hicieron peligrar el avance de los
capuchinos entre los indígenas del norte de Colombia. Pero los monjes españoles
tenían tanto un buen criterio político para evaluar las circunstancias
favorables entre las que se movían, como ideas distintas sobre su misión de
civilización.
Una idea,
en particular, habría de revolucionar el sistema de control misionero en los
territorios a ellos encomendados: los "orfelinatos" para niños y
niñas indígenas, comenzados a organizar a partir de 1910. Tales orfelinatos
garantizaron con los años una influencia profunda y duradera de los capuchinos
entre guajiros, arhuacos y motilones sin descontar, naturalmente, la también
muy importante influencia de los orfelinatos sobre todo el conjunto de la
sociedad regional. Los monjes razonaron, con certeza, que en la medida en que
la estructura familiar aborigen permaneciera intacta, todo su celo misionero y
sus intentos de "civilizar" a los indios se verían frustrados. Había
entonces que desbaratar las familias indígenas mediante la remoción forzada de
los infantes a una tierna edad, para así "educarlos" sin influencias
perturbadoras y bajo total control de los monjes en sitios especiales los
orfelinatos, un nombre cínico que además de ser un galicismo por orfanato
implicaba, desde luego, que los niños indígenas eran "huérfanos" por
no ser cristianos. Cuando esta educación cumpliera con sus objetivos, todos los
indios serían como los "civilizados", esto es, dejarían de ser
"indios".
En
palabras del historiador capuchino fray Eugenio de Valencia (1924:167-168), a
los niños y niñas "redimidos" en los orfanatos se les enseñaba
"todo lo necesario para formar una sociedad nueva,perfectamente cristiana;
uniéndolos en matrimonio al llegar a la edad núbil, formando así los hogares
cristianos". En la Sierra Nevada, los capuchinos erigieron en 1916 el
orfanato de Nuestra Señora del Carmen de la Sierrita en la antigua población de
Rosario y, en 1918, el orfanato de Las Tres Avemarías en Sebastián de Rábago
(Valencia 1924:175-179,256-282). Existen numerosos recuentos de los métodos
civilizatorios represivos empleados por los monjes entre los indígenas serranos
para ahondar en ellos aquí (cfr. Friede 1973; Torres 1978). Basta con decir que
lo primero que hacían los capuchinos con sus huérfanos era cortarles el largo cabello
y cambiarles el traje arhuaco, como para simbolizar su remoción del mundo
indígena y su entrada en el mundo de la "civilización" del orfanato.
Los niños y niñas así "redimidos" no podían regresar libremente a sus
hogares, y debían ocuparse todos los días con el aprendizaje de las primeras
letras y la doctrina cristiana, y con las labores agrícolas y artesanales
apropiadas para cada sexo —según, claro está, una nueva división del trabajo
impuesta por los monjes y las monjas que les auxiliaban. El castellano era el
idioma obligatorio en el orfanato, y aquellos niños que hablasen su propia
lengua eran castigados. Los infantes que se rebelaban contra la estricta
disciplina del establecimiento, y trataban en consecuencia de escapar, eran
perseguidos hasta ser capturados por una especie de "policía
indígena" jóvenes jayanes indígenas llamados "semaneros".
Quizás la práctica más controvertida introducida por los orfanatos —junto con la apropiación indebida de los misioneros tanto de terrenos nativos como del producto del trabajo de los niños— fue la introducción de matrimonios compulsivos entre indígenas de las varias etnias puestas "bajo su cuidado". De esta manera, ikas de San Sebastián y kankuamos y wiwas de la Sierrita eran enviados al orfanato de San Antonio de Padua, cerca de Riohacha, donde los misioneros escogían para ellos parejas guajiras o motilonas. A su turno, indígenas guajiros y motilones llegaban a los orfanatos de la Sierra Nevada y, de golpe, resultaban casados con una consorte nativa de la localidad. En palabras del padre Vinalesa, un monje capuchino que trabajó en San Sebastián, un matrimonio conveniente en la Iglesia "es la mejor garantía de la aculturación indígena" (Vinalesa 1952; cf. Valencia 1924). Una "aculturación", vale enfatizar, que se hacía según lineamientos trazados por el propio Estado colombiano, empeñado como estaba en un proyecto político de homogenización cultural de toda la población de la nación, y en el que la idea de que era necesario la "civilización" de los indígenas para hacerlos verdaderos ciudadanos del país funcionaba como la justificación principal.
Quizás la práctica más controvertida introducida por los orfanatos —junto con la apropiación indebida de los misioneros tanto de terrenos nativos como del producto del trabajo de los niños— fue la introducción de matrimonios compulsivos entre indígenas de las varias etnias puestas "bajo su cuidado". De esta manera, ikas de San Sebastián y kankuamos y wiwas de la Sierrita eran enviados al orfanato de San Antonio de Padua, cerca de Riohacha, donde los misioneros escogían para ellos parejas guajiras o motilonas. A su turno, indígenas guajiros y motilones llegaban a los orfanatos de la Sierra Nevada y, de golpe, resultaban casados con una consorte nativa de la localidad. En palabras del padre Vinalesa, un monje capuchino que trabajó en San Sebastián, un matrimonio conveniente en la Iglesia "es la mejor garantía de la aculturación indígena" (Vinalesa 1952; cf. Valencia 1924). Una "aculturación", vale enfatizar, que se hacía según lineamientos trazados por el propio Estado colombiano, empeñado como estaba en un proyecto político de homogenización cultural de toda la población de la nación, y en el que la idea de que era necesario la "civilización" de los indígenas para hacerlos verdaderos ciudadanos del país funcionaba como la justificación principal.
No
obstante, los indígenas serranos no aceptaron con pasividad la implantación en
su seno de esta "nueva sociedad perfectamente cristiana" esa
colección de"hogares cristianos" de la que hablaban los curas, con
hombres, mujeres y niños "redimidos" desempeñando los roles de una
división del trabajo importada, y los miembros de cada familia ocupados del
trabajo de una parcela privada asignada por la misión. De hecho, casi desde el
momento inicial de la implantación de los orfanatos, los indígenas serranos, de
manera notoria los ikas de la región de Nabusímake, trataron de liberarse de la
tutela de los capuchinos. Para ello emplearon todos los medios legales a su alcance,
en especial la escritura de una avalancha continua y sin desmayo de memoriales,
declaraciones, denuncias, cartas y comunicados detallando sus cuitas a todas
las autoridades de este país. Por fin, a comienzos de la década de 1980, los
capuchinos entregaron a los ikas de Nabusímake el antiguo orfanato, ahora
"internado", de Las Tres Avemarías. Con todo, diez años antes, un
dinámico sacerdote capuchino italiano llegó desde Riohacha al valle del antiguo
pueblo colonial kogui de San Antonio. Este misionero, y el obispo de Riohacha,
querían darle otra oportunidad al evangelio entre los indígenas de la vertiente
de la Sierra Nevada. Allá está todavía la misión capuchina entre los koguis. De
otro lado, no sólo los misioneros volvieron a entrar en la Sierra Nevada
después de la Guerra de los Mil Días. También comenzaron a llegar nuevos
ocupantes no indígenas los campesinos mestizos, que en grupos, que con los años
se volverían verdaderas mareas humanas, empezaron a subir para colonizar de
forma espontánea las "sierras nevadas". Subían y subían,
"tumbando monte", para "civilizar" la montaña y establecer
sus precarios fundos. La marea migratoria parecía no acabar desde sus comienzos
en el presente siglo, con los derrotados de aún otra guerra. Y luego con los
que huían de los soldados del general Cortés Vargas, de ingrata memoria en la
Zona Bananera. La Sierra Nevada de nuevo abría sus entrañas para servir de
refugio a los vencidos en contiendas armadas, esta vez ya no de batallas entre
europeos y americanos sino de batallas entre hermanos. Sólo que los
descendientes de los primeros derrotados en 1600 tenían más derecho a la
tierra. Después también llegarían los vencidos en esa otra guerra civil que
llamamos La Violencia. Y los de la de ahora.
Todos
estos migrantes campesinos colonos solemos llamarlos con dejo despectivo
establecieron de forma definitiva el cultivo del café que tan bien conocían, y
que antes, durante el siglo anterior, se había ensayado con buen éxito en las
faldas templadas del macizo. Y que los indígenas empezaron a cultivar, en
adición a la caña panelera ya vieja conocida desde la Colonia. Unos años luego,
los hijos de esos colonos y otros más que se unieron, decidieron mejor cultivar
la marihuana, con la protección del dosel natural del bosque tropical. Algunos,
muy pocos, se volvieron potentados gracias a este negocio.
Estudio del
pensamiento político de América Latina y del Caribe en el siglo XXI
Hablar de inteligencias (culturas) arcaicas, no se
debe interpretar necesariamente- como características de la mente humana basada
en una diferencia tanto potencial como de hecho, de la capacidad de interpretación que tenía
el individuo en épocas pretéritas con respecto a la de ahora (actualmente,
siglo XXI DC) y en comparación con –el devenir histórico- épocas intermedias,
sino como la forma de interpretar los fenómenos, de las cosas y eventos que se suscitaban
en ese determinado momento espacio observado y sufrido por el individuo humano
diacrónicamente. En este sentido arcaicamente se interpretaba lo que se conocía
y como se conocía. En el concepto familiar, también las limitaciones de
deducir, incluso, el parentesco aparte de lo prístino del vinculo materno- se
desconocía como contexto, aun cuando las relaciones inter individuos
promovieran un vinculo cercano inexorable pero desconocido, hasta el punto de
relacionarlo única y exclusivamente como miembro del grupo circunscrito a su
topo (su espacio momento definido y disfrutado), sin embargo como la madre era
en si la dueña y señora de sus propios hijos, ella fue y era en si, por muchos
siglos, la creadora, la protectora por naturaleza y derecho de la vida de su
descendencia, derivado de esto se comienza a interpretar a La Tierra como la
madre de la especie humana, principalmente, y de los seres que viven sobre
ella, cosas magnificas, estructuras geológicas
como volcanes y montañas,
podrían, sin más ser los vientres productores de esas vidas de principio de la
creación, con la evidente evolución hasta sus
épocas y, representadas por él las características de hombre y mujer en si -Homo
Sapiens- producto por ej. De la Pacha mama, fuente de sustento de toda la
humanidad. Según esta teogonía, en la Tierra se realiza y dignifica el trabajo
de los hombres y de las mujeres. De la Tierra obtenemos los alimentos para
vivir, en toda la región andina, y en la mayoría de los pueblos indígenas
de América es venerada como
Madre Naturaleza.
Esta
acepción comprende un eslabón de la cadena simbiótico cultural latinoamericana,
la unión de este tipo de pensamiento, de esta idea, con las más modernas,
provenientes de otras latitudes y culturas, más que religiosamente,
estructuralmente, conforman una nueva cultura una nueva clase de pensamiento
–en este caso diseminada al sur de la América-, Perú, Ecuador, Bolivia, y buena parte de
Argentina y los Andes. Estas nuevas culturas, no escapan a este fenómeno
evolutivo de las sociedades que comparten sus fronteras, predios, necesidades e
inquietudes político económicas. De este modo, debemos considerar la cultura
latinoamericana y sus productos como el
reflejo de situaciones dinámicas donde se involucran elementos: biológicos,
síquicos y sociales complejísimos y fundamentales. Sin embargo, muchas veces,
limitadas de visibilidad por prácticas teórico empíricas inmensurables, que
presentan una cosmovisión real de lo subjetivo representando la verdad
aparente. Esta clase de pensamiento además de basado en la capacidad de asombro
autóctono de los primeros, se fortalece con la potencia de lo advenedizo,
de lo foráneo, es un hibrido socialmente establecido, una nueva forma cultural,
un nuevo pensamiento elaborado, no ecléctico, sino evolucionado de la
diversidad y pluralidad de la razón y el conocimiento de quienes
tienen en su haber –como dijimos anteriormente- sufrir los avatares y
acontecimientos en los momentos y espacios que les ha tocado vivir, por lo cual
la demanda de cambios en sus
desenvolvimientos cotidianos se hacen necesarios y perennes.
"La historia de los pueblos y, en particular de
aquellos como, América Latina son el
resultado de largos procesos de colonización,
no solo militar y económica, sino también cultural, se encuentra plagada de
"hechos" o de acontecimientos que responden más a las exigencias de
poder impuesto que a los
procesos reales mismos"
Aun cuando es hay mucha evidencia para afirmar la
presencia extra continental en la América –precolombina- entera, para la actual
Iberoamérica, no fue sino, a partir de 1492 (siglo XV) cuando la foraneidad
greco-latina proporcionada por la saga invasora europea (religiosa,
militarista) y condimentada por la presencia esclava africana, se impulsó esa
evolución –cultural- inducida y necesaria, la cual, se fue desarrollando; entre
los limites de - excepto, por varias colonias no españolas: Brasil –latina también-,
Trinidad y Tobago, Las Guayanas, Haiti, Jamaica, y otras pequeñas isla del Mar
Caribe, Las Malvinas o Falkland-
La Patagonia, lo más al sur
de América hasta el norte de Méjico. Toda la gama etnológica precolombina
compuesta por diferentes sociedades con sus propias culturas incluso desde muy
rupestres (Caribes de saga guerrera, Aimaras, Chacos) hasta tecnológicamente
elevadas respecto a la construcción, agricultura etc. (Incas, Quichés-Mayas, Aztecas, Timoto-cuicas),
estaban, en su estructura social, constituidas
la mayoría por células familiares de
línea materna.
Además
de la Pacha mama y otras creencias teogónicas de la cultura amerindia,
prehispánica diseminada al sur, se difundía para el centro norte de América una
cultura fundada en una cosmogonía teogónica brillante, regida por un Dios
supremo, Kabawil, alma del Universo, Corazón del cielo,
poderosamente constituido por la trilogía relámpago, trueno y rayo, aunado al
poder de generación de vida del agua, la cual concibe como
semen celestial al "hombre maíz" es pues, el
Popol buh, una teogonía que no omite ninguna inquietud de la actividad del
mundo, ni de las variantes de la conducta humana, en sus
preceptos de estudio y de su coherente y bien elaborada creencias, a lo largo
de los 365 días de su definición solar del año.
Rafael
María Baralt, 1810-1860, dedica su tópico filosófico al desempeño político y
sus pormenores, observa que los pueblos, deben, siempre, promover desde el
mundo político, la educación, sin este aderezo ningún pueblo llegaría por sus
propios medios a la autonomía en
todos los aspectos, afirma:
"el político debe ser amigo de la sabiduría,
admirador y discípulo de los grandes pensadores que en todos tiempos han de
ensanchar el dominio de la
inteligencia, después de haber aprendido a tener en poco a todos los filósofos
y a todas las filosofías, debe avanzar y determinarse lo más cerca de la verdad
de sus sistemas."
Reconoce
que la fuente de la soberanía y del
derecho es la razón, no contentarse con repeler o delegar la facultad de juzgar,
sino apoyar la facultad de discutir; la controversia. De otra forma sería una
ilusión intelectual, una luz engañosa que ora
quema, ora ofusca, pero jamás ilumina. Afirma también que la libertad no puede
siempre cómplice de la herejía, y la independencia humana no
más que el triste privilegio de dudar, negar y destruir, ocasionando natural y
fatalmente el triunfo del error y del pecado en este mundo.
Como se puede observar Baralt comulga con un sesgo teocrático en función de
crear una armonía entre el poder y las creencias religiosas. Este caso muy
especial es precisamente producto de la influencia, empero no de la imitación
de lo que evidentemente es costumbre adquirida, descendencia. Este concepto ha
marcado a través de la historia americana un valor inexorable, promovido y
difundido principalmente por laicos y misioneros, mas la catequesis que como
impronta yace en el espíritu colonial y post colonial, es la saga de una parte
muy numerosa de la mezcla, de etnias, costumbres y creencias que evolucionan,
asimilando el conocimiento al alcance, para sin más, hacerlo propio y peculiar,
diferente.
Mucha de
la influencia política de nuestros pensadores americanos ha sido en gran número
derivada de la corriente moderna y post moderna francesa. Simón Bolívar –no filosofo,
pero si estadista encomiable-, gracias a la mención de Simón Rodríguez -un
verdadero filosofo pedagogo- ideas revolucionarias de Montesquieiu y Rousseau fueron de
grandísima importancia, no obstante, su norte filosófico fue igual al de su
maestro, siempre en función del advenimiento de la educación, Simón Rodríguez
(Samuel Robinson), ante todo para el progreso se dedica en grandísimo grado a
promover: "crear para triunfar; basta de imitar, o creernos
inferiores". Para Rodríguez la idea es luchar por la autonomía, tanto
política como de pensamiento, y con ello, la economía.
"La
ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace I hace a otros.
I esto es inevitable….porque la omnisciencia de la ciencia no cabe en
un hombre; puede caber hasta cierto punto en una sociedad"
Rodríguez,
aun siendo "expósito" de la feligresía, critica a la religión por haber caído en campo mercantilista. Su
obra de corriente dialéctica por esencia, se plasma de una forma analítica y
con precisión tajante. Describe a la sociedad; no como necesidad del hombre
sino como medio de cumplir con los deseos del colectivo de cuál participa,
mediante el concurso y la investigación, la
participación de ella para eliminar el padecimiento que le atañe y/o podría
afectarle.
“La América
Española es Orijinal = Orijinales han de ser sus instituciones i su gobierno = I Orijinales
sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos".
En concreto, intentar homologar,
un pensamiento general, una forma de pensar común considerando la estirpe, lo
oriundo latinoamericano, se presenta más que complicado inexorable, no
obstante, su siempre tendencia a señalar el cultivo de la inteligencia
como paradigma necesario
comulga en una genuidad única peculiar y general, siempre diferente a la forma
europea y/o de otros continentes. Ortega y Gasset, aun en contra de la acepción
de Marx respecto a la "American prosperity" -ambos de corrientes
polarizadas- coinciden en una forma diferente de pensar tanto política como
social. No obstante el tono despectivo de primero, principalmente al criticar
una idea decimonónica de la esperanza americana, principalmente entre 1926-1928
que supuestamente había conseguido la formula de eliminar la crisis acepta que la
Hispanoamérica era menos primitiva que la Angloamerica. Antes Marx, califica
los hechos de Chicago como un triunfo de la inteligencia popular.
Por otro
lado, desde el siglo XIX y más aun, ahora, ya no se trata, indudablemente,
definir un Culturalismo ni un Universalismo filosófico; como característica de
tendencia respecto al pensamiento latinoamericano, ¿ya que importa eso? Para nuestro
tiempo, lo que interesa es la bondad de nuestra propia filosofía, para, como
profetas, adelantarse al futuro y descubrir la fórmula para eliminar la
pernicia de la exclusión y la ignorancia, que en muchos casos han colocado en
un estado de detrimento no uno, sino a varios países latinoamericanos con la
consabida indolencia y apatía de los países desarrollados, aunados a los
profanadores de derechos quienes teniendo las herramientas en sus manos;
mediante el manejo de la civilización economía y política- no han sabido guiar a los pueblos
por la sendas del desarrollo, pero, ¿habrá que perdonarlos? ¿Será que son
inocentes de sus acciones por la tragedia
de su propia ignorancia y negligencia, que ávidos de poder no otorgan ventaja a
quienes, en verdad, hubieran podido sacar a estos pueblos del atraso, mas que
económico, intelectual y social? ¿Será tanta su ceguera?
"Por el engaño se nos ha dominado más que por
la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición.
La esclavitud es la hija
de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia
destrucción: la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la
inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o
civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones: toman la licencia
por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Semejante a un
robusto ciego que instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad
del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus
pasos (…) moral y luces son
nuestras primeras necesidades."
CONCLUSIONES
podemos
señalar que la definición más generalizada destaca que América Latina es un
continente que posee una tradición, historia, lengua, cultura y religión
comunes, y cuya característica más significativa es el mestizaje. El término
"América Latina" apareció por primera vez en 1836, en Francia. Fue
acuñado por el francés Michel
Chevalier, con el fin de establecer las diferencias, en aquellos
momentos, entre América del Norte y América del Sur. El uso del término se
expandió rápidamente, y fue aceptado por los recién
independizados territorios latinoamericanos, pues representó el
reconocimiento de una América distinta de España, Europa y los Estados Unidos
de América. Por diversas motivaciones e intereses, España no aceptó la utilización
del concepto, y prefirió continuar utilizando los términos Hispanoamérica e Iberoaméricapara
referirse a lo que hoy denominamos América Latina. Sin embargo, para los
latinoamericanos, la utilización del concepto ha servido, hasta nuestros días,
como elemento aglutinador, es decir, como elemento que ha dado unidad e
identidad a un pueblo. Desde 1836 hasta el presente, sus alcances se han ido
ampliando, y alude a una realidad mucho más abarcadora que la diferenciación
entre América del Norte y América del Sur.
En resumén
podemos decir que Hispanoamérica es
el nombre que se da al conjunto de naciones americanas que hablan español
e Iberoamérica el
nombre con el que se denomina a la parte de América colonizada por España y
Portugal.
BIBLIOGRAFÍA
ü portafoliodeestudio3.blogspot.com/
ü estudiosjuridicosfrontera.blogspot.com